jueves, 26 de enero de 2012

De fábula (o segunda parte de "cómo hemos llegado a ésto")

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Que duda cabe de que los profesionales escriben muchísimo mejor que un bloguero cualquiera. Y sobre la sentencia del asunto de los trajes, escribe José  Antonio Hernández en "El País", bajo el enternecedor título "Un tribunal profesional no habría absuelto a Camps":


Quien les escribe ha debido equivocarse de sala y asistir a otro juicio con un reo parecido a Camps pero que no debía ser Camps. Pero les aseguro que allí se hablaba de trajes de Milano y Forever Young y se oían grabaciones de un señor que ya no tenía bigote pero que le llamaban El Bigotes. Y que había una pantalla de televisión situada a la izquierda del juez Climent (a lo mejor era su doble) en la que aparecían documentos con importes de dinero de trajes vinculados con los apellidos Camps y Costa. Y hasta talones con cifras coincidentes de los abonos de esas prendas pagadas por una red que se llamaba Gürtel. ¡Apañado estoy como se entere mi director que me he equivocado de juicio!

Aunque, pensándolo bien, no descarto la posibilidad de que yo estuviera en la sala del juicio de Camps, la correcta, y el jurado popular se equivocara y se metiera en la del otro Camps. Esto es un lío. En la que yo he estado, que creo que era la auténtica, había un derroche de pruebas con explícitas grabaciones, clarificadores testimonios e irrefutables documentos incriminatorios. Pocas veces quien les escribe, que ha asistido y cubierto centenares de juicios, había observado la contundencia con que, día tras día, caían fulminados los alegatos de la defensa de Camps. Y cómo eran desenmascarados los sonrojantes ardides empleados por algunos proveedores de las prendas para tapar que quien pagó los trajes no fue Camps sino la red Gürtel. Muy inquietante lo del informático de Forever Young al que se le obligó a manipular la base de datos para que en los tiques de compras se transmutara el apellido Camps por el de Pérez (Alvarito/El Bigotes). Porque este juicio, a falta de un muerto, ha contado con un buen cancerbero de miseria propias y ajenas.

Se le ha preguntado al jurado (aseguran que algún guiño de simpatía salió desde sus asientos hacia el de los acusados al principio de la vista) si Camps recibió regalos, joyas, trajes, de El Bigotes y la red Gúrtel “en función de su cargo público”. Y el jurado ha dicho que no y le absuelve. Cabe deducir que regalos hubo (¡si es que hablamos del mismo juicio!) pero no por el cargo. O sea, el tarjetón navideño de Álvarito a Camps (inmortalizado en las grabaciones con un “Fíjate si te debo”, presidente) fue seguramente por amor al arte. Pues es vox pópuli en Valencia la altruista generosidad de Alvarito con los sin techo y los niños pobres. Sus obras de caridad han sembrado más de una lágrima navideña. Nada tienen que ver con los siete millones de euros que se llevo, a dedo (no por la cara), su empresa de la Administración de Camps. Aunque puede que fuera del otro Camps. Una cosa sí creo segura: un tribunal profesional no lo habría absuelto. Cabe recurso, y entonces sí será ante profesionales.


Creo que el periodista habrá estado en muchas salas de justicia, pero no en las suficientes para saber que si la justicia emana del pueblo, y el pueblo dice que no es culpable, la justicia debe hacer caso al pueblo. O quizás era al contrario. No debo enterarme de mucho, está claro. Será por eso que a la Infanta no le reciben declaración ni siquiera como testigo, y al consuerte en la fecha y hora que mejor le venga. Es que el pueblo es muy agradecido. Y si prescribe, mejor, no vamos a molestar ahora al espíritu de Prado y Colón de Carvajal.

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martes, 3 de enero de 2012

Feliz Año Nuevo, o cómo hemos llegado a ésto

Subtítulo: Con la nariz tapada


Tras las felicitaciones de rigor por el nuevo año, y hoy mas que nunca eso del rigor, me comentaba algún conocido que si llega a saber lo que iba a hacer Rajoy en el Gobierno, no hubiese ido a votar con la nariz tapada.

Me lo decía alguien que nunca votó a partido alguno de derecha, alguien que siempre osciló entre PSOE e IU, pero que esta vez creyó a pies juntillas que la solución económica pasaba por inyectar liquidez en los consumidores, y que sólo podría conseguirse con menos impuestos y aún con desdoro del estado social, por el que en todo caso habría que volver a luchar. Ya no le quedaba confianza en unos dirigentes socialistas que se habían especializado en la técnica del avestruz. No dice que se rindió, pero si que había que ser realista con el entorno que había tocado vivir, y que como demócrata que cree en la democracia le resultaría insoportable vivir en un país al que unos tiburones de las finanzas imponían los gobernantes, tal como en Grecia o Italia. Había visto cómo en Portugal el nuevo gobierno de derechas había recortado bruscamente los derechos económicos de los ciudadanos, pero quienes les votaron sabían que los nuevos gobernantes iban a actuar de tal modo, por lo que ninguna sorpresa podían alegar.

Aquí, en activa – mítines – y en pasiva – al no contestar a Rubalcaba en el debate televisado – Rajoy y su equipo afirmaron sin desmayo y orgullo que los impuestos no subirían, y es mas, incluso que bajarían porque esa fue la receta del mejor Aznar para salir de la crisis de los años 1993/96.

El que más y el que menos, ante la invocación del mito aznarista, dio por bueno que Rajoy no se atrevería a mentir, entendiendo por tal que donde dije digo, digo diego. Cuando a posteriori se revisasen las políticas económicas aplicadas, lo más probable es que la bajada no fuese tal, pero si todo iba saliendo bien nadie se acordaría de ello. Mas o menos como con Aznar.

Nadie quiso pensar que Aznar pudo realizar esas políticas porque liquidó el patrimonio del abuelo – el patrimonio del Estado –, que como tal había sido heredado de los anteriores gobiernos. Hoy nos dicen que los anteriores no dejaron nada en la caja ni en el cajón, siquiera el camafeo de la abuela que resulta que también fue requisado en almoneda: que si el sector público, que si las participaciones en sociedades estatales, estratégicas y no. Las comunicaciones, el correo, las eléctricas, el petróleo, en manos muy privadas, cuando no extranjeras.

Sin embargo, y es verdad, no parecía que en país tan católico el milagro de los panes y los peces fuese a tener fin. Ya no se trataba de un ministro educado cerca de los Chicago Boys, léase Solchaga, un futuro socialista en la cuna del liberalismo económico mas populista, aunque estudiase en el MIT. No se trataba de un ricachón de familia como Rato, que con las aguas de Solán y otros negocios, entre ellos los radiofónicos (la “Rueda Rato”). Se trataba de que si cualquiera podía ser Presidente del Gobierno, cualquiera podía ser Ministro de Economía, y porqué no, todo un potentado. Conserjes que adquirían fincas en Bolivia; poceros que tenían yate y jet; incluso condenados en firme en pleno auge social y político. Era la construcción la que permitía que en España cualquiera pudiera hacerse rico, como en los años ochenta, según frase célebre del ministro socialista citado mas arriba.

Pero de eso seguiré hablando en la siguiente entrada.


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