Casi cuatro años llevaba sin abrir el blog. Mi colega desistió de la labor de continuarlo. No tenía ni tiempo ni tampoco ganas.
Acaricio la idea de volver a publicar. Creo que algo debo hacer, que algo debo a quienes me enseñaron responsabilidad ciudadana, aunque probablemente ellos no lo supieran, porque transmitían mucho más con su ejemplo que con sus palabras. Desde Agustín Sánchez de la Nieta a Vicente Cacho Viu. Uno sacerdote, el otro historiador. Ambos maltratados, incluso por mí aunque mis heridas no creo que llegasen a necesitar de una tirita. Tan intrascendente.
Si vuelvo a publicar es para sentirme bien conmigo mismo. Puro egocentrismo masturbatorio, pero tengo que sacar los demonios que me habitan desde hace tanto. Demonios que me dicen que no pertenezco a aquéllos que dejaran un mundo mejor a sus hijos, y hasta a nietos si alguna vez llegasen. Miro las antiguas entradas y veo cómo los temas siguen siendo los mismos, idénticos. Cómo, por inútiles, los antiguos comentarios podrían ser repetidos hoy como producto nuevo. Cómo todo es inane, cómo puedo dar voces en el desierto, que nadie va a escucharlas.
En fin, que como sé que ésto sólo lo voy a leer yo, creo que escribiré lo que mejor me parezca. En eso alabo a un funcionario conocido mío que tiene un videoblog que siguen sus compañeros/as de trabajo sólo para cachondearse. El caso es que a él le sirve para cauterizar los accesos de violencia que sufriría si a cada uno le dijera lo que merece, siempre según el legal saber y entender, que hoy cualquier ramo de palabras entrecruzadas puede constituir delito.
Hasta mas ver.