jueves, 12 de agosto de 2010

Microrrelato de verano

Me sigue gustando escuchar música de piano cuando estoy sentado en la mesa del despacho aparentando hacer algo. Me aficioné cuando estudiaba Derecho. Mejor dicho, me aficioné cuando en las noches de verano intentaba recuperar alguna de las asignaturas perdidas de cada uno de los cursos de la carrera de Derecho. Cuando debía atender a mis profesores, demasiadas piedras magnéticas atraían los alambres de mi interior, todavía sin terminar de estar enlazados.


En vacaciones me las ingeniaba para quedarme solo en casa. Había que aprobar. “Mi familia en el campo, gracias, les saludaré de su parte”. La cadena de música rodaba del salón a la sala de estar, disponía los altavoces, y noches eternas despierto. Con música de piano.

Tanto me hice a la música de piano que apenas lograba aprobar ninguna materia en septiembre. Y una cosa llevó a la otra. Si quería terminar la carrera algún día, debía prescindir de atracciones externas y de la música de piano. Con dolor lo logré, me puse a trabajar y comencé a escuchar los Cuarenta.

Ahora soy un hombre de provecho, con casa propia, coche e hijos, pero si escucho música de piano no consigo terminar nada de lo que me propongo, y con suerte a los demás les parece que hago algo. Pero tú has descubierto que estas líneas han sido escritas con música de piano sonando de fondo.

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